sábado, 22 de septiembre de 2007
Lo digo yo, que carreteo en sala murano
lunes, 9 de julio de 2007
Vacío, cerrado, métrico y violento
Use su imaginación
Usted sale de la casa, cargado hasta los dientes, y en eso se aparece aquella desatinada micro que sólo se le ocurre pasar en los peores momentos... usted y su pareja se encuentran a dos cuadras del paradero, lugar en el que está ahora la dichosa micro. En un gesto ultra romántico lanza una arenga a su amada, diciéndole: "¡Corre conchetumare!". Entonces ambos corren sin preocuparse de elegancia alguna en vuestro andar. Justo cuando usted se encuentra a unos cuantos metros de la susodicha máquina infernal, esta comienza nuevamente su marcha y lo deja a usted y pareja botados a vuestra suerte... ahí usted mira para atrás (diciéndose: "me olvido de algo?") y ve a su novia completamente agitada y carente de fuerza alguna para seguir en la lucha... Usted le dice: "¡Todo por culpa de tu guatero de perrito!", puesto que ella atrasó la marcha debido a tal artefacto.
Posterior a esto, usted y pareja, esperan con "fascie asumidiforme" el arribo de otro vehículo colectivo. El frío es intenso, pero entre besuquéo y besuquéo usted capea los bajos grados. Justo cuando su pierna suave le dice: "tomemos un taxi, pero pagas tú" se divisa a lo lejos una gloriosa oruga del transantiago, "tan eficaces como siempre", piensa usted mientras aprieta con fuerza su última luka que le quedaba en el bolsillo.
Una vez en la micro usted y compañía se regocijan por la buena fortuna, al ver que unas cuadras más adelante la misma micro que les hizo la desconocida un rato atrás se encuentra detenida y a la espera de que afortunados como ustedes los pasen.
En un ataque de ignorancia usted insiste a su novia que deben bajarse en ese mismo instante del vehículo, ésta insiste que no y usted a regañadientes acepta... algunos lo calificarían de controlado o "macabeo", pero esto no es un tribunal de parejas en el que se juzguen a los pobres dominados por sus parejas... no señor. Ella tiene razón... para variar. Entonces se bajan en las puertas de un metro que está vacío, cerrado y métrico.
En esta parte del relato usted y su pareja se preguntarán "¿Y dónde mierda está la violencia?" bueno pues, busque un poco y encontrará una entrada del metro que está abierta, entre en ella y descienda a uno de los andenes, sólo guiado por su instinto. Es entonces cuando usted, luego de mirar hacia el anden que tiene en frente, nota que están del lado equivocado, usted se lo informa a su novia con mucha serenidad... hasta que se da cuenta de que el tren viene llegando, y ese es un gran problema, porque es día domingo a las 22:45. En un acto similar al realizado en el inicio de este relato, usted corre sin preocuparse de las decenas de ojos que los espían a usted y pareja, mientras corren como verdaderos enfermos mentales al otro lado del andén. Jadeantes y sudorosos se suben al vagón, se ríen y besuquean como si todo fuese una gracia del destino. Ahora usted debe seguir preguntándose: "¿Y dónde chucha está la violencia?", espere la última parte de esta extrañísima historia.
Usted se regocija entre risas y besuqueos, como si todo hubiese acabado. En Estación Baquedano usted se ríe a carcajadas de lo ocurrido, en Estación Bellas Artes usted cree que esta es una experiencia para contar en los carretes, en Estación Santa Ana comienza a volver a su estado basal y en Estación Cumming (lugar de destino)... justo cuando usted cree que todo ha finalizado comienza a descender del vagón y para realizar dicha labor apoya su mano izquierda en el borde de la puerta del tren, justo cuando esta finaliza su apertura... sin percatarse siquiera, sus dedos se deslizan dentro de la ranura de la puerta, quedando atrapadas e infiriéndole un gigantesco apretón y un dolor que lo acompañará hasta el día siguiente... y eso amigos míos, eso es violento.
sábado, 19 de mayo de 2007
Perrozky trozky y animalitos que hacen "tururú"
La primera vez que escuché como sonaban los perros al caminar fue mientras observaba a mi perro Beto; llegué yo del colegio a mi casa y vi a mi perro parado en la esquina, entonces al verme venir el José Alberto (su sobrenombre) comenzó a hacer un ruidito bien peculiar mientras caminaba, algo así como "tururú" (pido imaginación en esta parte de la historia). Imaginense mi sorpresa al escuchar a mi perro hacer ruido al caminar. Al pasar los días seguí observándolo mientras caminaba y me di cuenta de que en todo momento el ruido estaba presente. Luego me dediqué a observar con detención al resto de los perros que habían cerca de mi casa y me di cuenta de que todos tenían algún sonido en particular, pero el más característico de todos los canes de mediano tamaño y abundante pelaje era "tururú".
Ahora bien, cuando empezó mi vida universitaria en Santiago comenzaron los problemas. El drama se inició cuando llegué a la facultad y vi a todos los perros que en ella vivían, se imaginarán ustedes que mi vida perdió la calma que tenía en regiones, ahora en cada momento me sentía acosado por la musiquita de los perros que se paseaban como si nada, como si nadie pudiese oírlos, como si su ruido fuese imperceptible, como si nadie estuviese pendiente de ellos, como si no valiesen nada, como si yo no estuviera ahí! Espero que entiendan mi descontento en ese momento, pasar de la calma a la contaminación acústica no es algo fácil. Con el pasar de los días me fui acostumbrando y aprendí a convivir con la "banda sonora" de estos particulares animales. Fue pasando el tiempo, un poco más de dos años, y cuando yo pensaba que mi vida comenzaría a tener la calma de regiones descubrí de súbito que ya no sólo los perros eran poseedores de tan peculiar sonoridad... ¡TODOS LOS ANIMALES TENÍAN SU PROPIA BANDA SONORA! Gatos, pájaros, palomas, ratones... y eso no es todo amigos mios, lo peor fue cuando comencé a notar el ruido que hacían los señores gordos que paseaban por el parque forestal, luego era de esperar que me me fues perceptible el sonido de los ancianos paseando los domingos por la mañana.
Ahora último me he replanteado este particular suceso en mi vida, y he aprendido a disfrutar de él, creando mis propios musicales con complejas bandas sonoras que incluso traspaso hacía mi vida, así que cada vez que me pasa algo bueno escucho dentro de mi un "tururú" en señal de victoria.