domingo, 6 de enero de 2008

La niña que pinta

Año 2004, Los Ángeles, VIII región, en un cálido mes de febrero. Para ponerlos más en contexto digamos que estaba yo en mi "amado" ex colegio, San Rafael, justo en el aniversario de tan notable establecimiento educacional. En una de esas típicas competencias había que presentar a la mascota de la alianza (no me refiero a RN con la UDI). Resulta que la mascota de mi alianza era Hefer, la vaca amarilla cuya foto está en uno de mis primeros escritos. El cuento es que le pintaron la cara amarilla a un pobre cabro de primero... y lo hicieron con pintura al aceite... ¡notable! Yo, compadecido por el pobre chicoco, lo ayudé como pude para poder sacarse esa atrosidad. No recuerdo bien por qué, pero no pudimos entrar al baño de hombres, así que nos metimos al de mujeres que estaba como en el tercer piso, donde en ese momento no había nadie.
Estaba yo meta que meta resfregándole la cara al pobre cabro, cagado de la risa para mis adentros (weon cruel). Fue entonces cuando pasó lo relevante dentro de este relato... Yo pensaba que era imposible que alguna chiquilla se metiese a ese baño, tan alejado del barullo armado por la celebración en el patio del colegio... como es de costumbre, estaba equivocado. De golpe sentí la presencia de alguien, giro mi cabeza y ahí vi a una niña que nunca antes había visto en el colegio (llevaba 4 años en él). Nos quedó mirando con cara de asombro (yo la miré con cara de weón) y dijo: "en mi antiguo colegio los hombres no acostumbraban entrar al baño de mujeres". A lo que yo le respondí: "Nunca te había visto en el colegio"... bueno, me dijo que había llegado hacía unos meses, venía del Colegio Inglés. Luego de ese raro episodio ella se fue, supongo que no le tincaba orinar en un baño con dos machos recios en él... cosas de mujeres.
En esta parte de la historia pasan cosas muy particulares, yo quiero destacar el hecho de que no me haya animado a preguntarle su nombre... Y sobre nuestro pequeño amigo con su cara pitada, les puedo contar (y esto es en serio) que luego de eso tubo que ir a urgencias en el hospital porque más inteligente que haberlo pintado con oleo fue haber intentado sacarle la pintura con diluyente (en esta parte ustedes en sus casas me deberían aplaudir).
Yo me quedé pensando harto tiempo en aquella niña... y digamos que no era una mujer hermosa, ni nada, sólo fue que me causó algo que sólo pocas veces en mi vida me ha pasado (me pasó otra vez hace más de un año... ahora es mi polola). Luego de ese evento no la volví a ver en harto tiempo, eso que mi ex recochino colegio es super chico.
Había pasado como un mes, me junté con una amiga para ir a un encuentro de poetas jóvenes (yo cumplo con la mitad de las cosas para ser poeta joven... soy joven). El hecho es que, luego de caminar mucho hasta llegar, nos sentamos tranquilamente para escuchar declamar a los poetas de la zona, cuando justo antes de que comenzara el evento miro hacia atrás y la veo sentada al fondo del auditorio... sentí un escalofrío helado recorriéndome por completo, me sumergí en el asiento como si estuviese escondiéndome de algo (super weón). Entónces le dije a la amiga que andaba conmigo que esa niña estaba en el colegio y era nueva, ella me dijo que se llamaba Constanza Chamorro y que pintaba y era bastante buena en eso. Luego subió uno y otro poeta sin que yo dejase de preocuparme de la niña que pinta, que estaba sentada varios puestos más atrás que yo. Yo estaba super desconcentrado, hasta que subió una poetiza de Santiago, llamada Paula Ilabaca. Comenzó a declamar, era un poema sobre Lucía y los ángeles de color carmesí que intentaban estar entre sus piernas... fue una situación muy extraña; delante mio estaba aquella poetiza hablando sobre Lucía (eso me remontó a una historia con otra niña, que en esta ocasión no mencionaré... la verdad nunca la mencionaré) y atrás mio la niña que pinta...
Bueno, casi al termino comenzaron las preguntas del publico para los poetas y ella levantó la mano, recuerdo que fue una pregunta super tonta, pero a mi me interesó tanto escucharla hablar, aunque preguntase una tontera. Después terminó el evento y nos invitaron al hall porque una viña de no se dónde se había puesto con una degustación de vinos y quesos. Ahí mi amiga, al parecer, se pelió con su pololo y se fue... quedé sólo, listo para hablar con ella... pero no pude, la miré de reojo y opté por entablar diálogo con Paula Ilabaca y su pequeña Lucía... en ese momento esa fue mi opción... de puro temor... de puro weón.
Pensaba mucho en ella y en la forma en la que me la podía encontrar para entablar un diálogo. Comencé a verla más seguido en el colegio, pero nunca me atrevía a hablarle. Empecé a imaginar como sería el encuentro, lo que yo le diría, lo que ella posiblemente me diría y todas las múltiples variables que podrían ocurrir. Asumiendo el temor y la desconfianza le escribí una carta, ¡le escribí una carta!, ni la conocía ni nada, es que no se me ocurrió nada más directo, sabía que el valor no era algo abundante dentro de mí. Al día siguiente de haberle escrito aquella carta hubo un debate de las listas para el centro de alumnos, la cosa es que ahí estaba yo, mirándola desde las butacas de la última fila, ella estaba un poco más adelante. Una vez terminado el debate me acerco a ella, con la carta en mi mano y justo cuando ella se para y comienza a caminar rumbo a la salida (hacia mi), me giro súbitamente, arrancándome de su vista, apretando lo más fuerte que pude la carta que tenía en mi mano... no tuve valor, para variar. Luego la seguí para alcanzarla (haciéndome el valeroso), pero claro, ya no la encontré, si mi oportunidad de oro ya la había perdido. Así pasó varias veces más. La cosas es que siempre en mi morral iba la carta que le había escrito, pensando que alguna vez pudiese existir una oportunidad ideal para entregársela... la verdad era que jamás hubiese tenido la fuerza para aprovechar ninguna oportunidad, por muy perfecta que pareciera.
Y así pasó el tiempo, y yo como un gran aweonado guardaba día a día aquella carta. Al final del año (yo estaba en cuarto y ella en tercero, a todo esto) existe una tradición en mi ex colegio, en la que los alumnos que se van de cuarto le regalan claveles a las personas que se quedan... esa era una oportunidad... ¡MI ÚLTIMA OPORTUNIDAD! Así que hice targetitas para los claveles y la de ella fue especial, ahí escribí algo que ya ni recuerdo, el cuento es que el día de la entrega hice lo que jamás pensé que iba a hacer, me armé de valor y la enfrenté... yo creo que fue una escena muy cómica, la enorme torpeza con la que me acerqué... pobrecito dirán las señoras en sus casas, pobre weon digo yo. Le entregué el clavel y ella me miró con un enorme asombre, me dijo: "¿por qué, si ni nos conocemos?" yo le dije (como un galán venezolano) "porque sí" y como un héroe (como un tonto) me fui... así de simple. Luego aproveché que ese era un día lleno de valor que no se volvería a repetir dentro de mucho y la esperé en la escalera del primer piso, y ahí hablé por primera vez con ella. Le dije que la había visto hacía un montón, cómo nos habíamos conocido y todo eso... ella... ella no se acordaba, según ella nunca me había visto... claro que fue muy amable en ese momento, pero yo siempre me pasé el rollo de que ella estaba sufriendo lo mismo que yo. Cosas de la vida... luego me fui y nunca más la he vuelto a ver.