lunes, 8 de junio de 2009

Kiltro-Labrador

Porque no soy quién para ponerme a escribir sobre política, filosofía o alguna receta mágica para curar los males del mundo; es que cada escrito que se ha lanzado a la red desde este miserable espacio, no tiene pizca de sustento teórico... es más, parecen letras escritas por un esquizoide-esquizotípico-esquizofrénico. Y si he logrado esto último, lectores mios, me puedo sentir realizado.

Y... ¿por qué rechucha les cuento esto? porque a continuación se viene un escrito que no es la excepción.

Iba yo caminando por providencia, hace ya casi dos años, del brazo de una chicuela... o la chicuela de mi brazo? o íbamos de la mano? bueno, la cosiaca es que iba por provi. Entonces, al llegar cerca de esa pileta con colores zorriflautas, esa mismísima que está por ahí por la estatua en honor a las fuerzas aéreas (es en honor a eso?). Entonces es que veo un suceso que me ha hecho pensar en muchas cosas que en breve entraré a explorar. En uno de esos típicos quiosquitos de esquina, a vista y paciencia de todo los transeúntes incrédulos, que por incrédulos se quedaron sin cachar naranja de lo que les contaré. Veo, ante mis ojos, a un perro de esos medio kiltros medio labradores, comprando cigarros sueltos. Escuché clarito cuando el canino amigo de mediano pelaje le dijo al quiosquerman si le vendía un puchito, ante lo cual este le dijo que no... le metió la mula de la nueva ley de tabacos (en ese tiempo nueva). Ante la respuesta del viejo pelao (era pelao, a mucha honra) el trozky (favor leer escritos anteriores para entender este término) se larga tirando puteadas y maldiciones.
La verdad es que pensé en muchas cosas al ver esta situación, impactante por lo demás, pero creo que ocurre un fenómeno digno de ser rescatado... apuesto, y esto es en serio, que si el perro kiltro-labrador, hubiera sido derechamente un labrador, el pelao no le hubiera negado el pucho.