martes, 23 de febrero de 2010

El mundo se encarga de mantener mi autoestima en el suelo

El lunes fue uno de esos días en que mejor hubiese sido ni salirme de la cama. Para empezar amanecí con un resfrío de la reputa madre. Sin importar mi condición física, derrochando valor, me levanté para cumplir con mis obligaciones hospitalarias. Una vez en la entrada del hospital, en la cual hay que pegarse una camina de unos 10 minutos antes de llegar al lugar de trabajo, viví lo que hoy nos convoca en esta sana (e innecesaria) historia. Iba yo refunfuñando, padeciendo y lamentando, cuando unos tres o cuatro pasos adelante veo a una interna de séptimo, que anteriormente me había llamado la atención porque es super alta, tanto así que es más alta que yo. La cosa es que esta chicuela iba escuchando música de su celular, y sin que ella se diese cuenta, un chorizo de aquellos de poca monta, se acerco sigilosa y estúpidamente (cual principiante en las artes del lanzaso) hacia su bolso, con la clara intención de robarte el celular. Yo, que caché la movida, le lancé un "a ver avers!", como para que el socete se pegara el alcachofazo y por las buenas dejara su infructuosa empresa. Claro, el tipo aparte de neófito resultó ser un poco sordo. Entonces, como no quedaba más, lo tomo del brazo, le digo: "entrégale la weá a la mina!", y sin previo aviso, siento un puntazo en uno de mis costados... resultó que el chorizo no andaba solo... escucho que me dicen al oído "¿qué weá te pasa con mi hermano?", y resultó ser otro choro que vigilaba la labor de su compañero... yo caché de una que la amenaza de la que se valía este personaje no era más que su dedo pulgar oculto tras el bolsillo de su chaqueta... aún así, no supe que hacer (ni que pensar)... el primero de los chorizos (que de verdad se notaba bastante asustado) emprendió retirada muy tranquilamente, como para no llamar la atención. Yo, petrificado, no atiné mucho más que ha seguir infructuosamente al par de ladrones que se alejaban con toda calma.
Luego de esto, se acercó un buen grupo de personas, que anteriormente había decido tomar palco ante tal escena, y entregaron sus típicos comentarios de viejo metiche e inútil: "no, si yo sabía que esos dos andaban en algo malo..." Por mi lado, me fui conversando y calmando a la víctima del robo... sin saber que decir, sin saber que hacer, si saber que pensar... sólo reafirmando esa puta inseguridad, que ya a estas alturas me tiene el autoestima bien fibrosada.

lunes, 8 de febrero de 2010

El placer



No sé por qué será, pero estos días he andado con muchos mocos secos en la nariz...


PD: lo de fonendo al cuello era para caricaturizar, nunca lo uso ahí, suelo pornérmelo alrededor del tobillo.